Wenceslao Pedernera


Wenceslao Pedernera tenía 39 años cuando fue ametrallado la madrugada del domingo 25 de julio de 1976. Había nacido el 28 de septiembre de 1936 en Los Jagüeles, provincia San Luis. En su pueblo natal realizó los estudios primarios hasta tercer grado, sin poder finalizarlos, porque tuvo que ayudar a sus padres en las tareas agrícolas, lo mismo que sus hermanos. En 1957 fue incorporado al servicio militar obligatorio en el Regimiento de San Luis. En 1961 se radicó en Mendoza. Trabajó como peón rural, siendo a la vez delegado sindical, en las fincas de la bodega Gargantini, en una cuadrilla recolectora de uvas, a cargo de Emiliano Cornejo, padre de Marta Ramona, “Coca”, a la que conoció, iniciando con ella una relación de noviazgo. Él tenía 25 años y ella 21. Cuando decidieron el casamiento Wenceslao se negó a hacerlo por la Iglesia, pero Coca le dijo que sus padres, católicos, no lo aceptarían. Su resistencia duró no más de quince días. El amor pudo más y el 22 de marzo de 1962 se casaron por el civil en Rivadavia y dos días después por la Iglesia en la parroquia San Isidro Labrador. De la unión nacieron tres hijas: María Rosa en 1962, Susana Beatriz en 1968 y Estela María en 1971. Allí se relacionaron con Rafael Sifre y Carlos Di Marco, del Movimiento Rural de la Acción Católica, regional Mendoza. En 1972 participó con Coca en cursos de formación en la diócesis de La Rioja, donde conoció el trabajo del Movimiento Rural y sus propuestas para elevar las condiciones de dignidad de los trabajadores rurales, fomentando la organización de cooperativas.

LA PASTORAL RURAL DIOCESANA 

Para esa fecha el obispo de La Rioja Mons. Angelelli dispuso la creación del “Movimiento Rural Diocesano”. Con la participación activa del laicado el obispo promovió una pastoral a partir de la dura realidad de los campesinos empobrecidos y explotados en una sociedad semifeudal.
En la primera experiencia iniciada en La Costa, al norte provincial, el Movimiento Rural con sede en Aminga-Anillaco, fomentó la sindicalización de los peones rurales. Y avanzó con la formación de CODETRAL, cooperativa campesina que solicitó la expropiación del latifundio Azzalini, improductivo por abandono pero rico en aguas. El proyecto fue duramente boicoteado por los terratenientes del lugar, con difamaciones, atentados con bombas, hasta la expulsión a pedradas del Obispo Angelelli y los sacerdotes y religiosas que lo acompañaban en las fiestas patronales de Anillaco el 13 de junio de 1973. Después de estas violentas agresiones, el obispo decidió trasladar la experiencia de la pastoral rural a la zona del Oeste. 
Con la ayuda económica de una congregación de religiosas, la diócesis adquirió un campo de 328 has., a 10 kms. de Vichigasta. Allí se radicaron Carlos y Rafael, que habían impulsado la organización del Movimiento Rural en Aminga. Conociendo los objetivos y las acciones de la pastoral rural de Mons. Angelelli, Wenceslao y Coca, con sus hijas, en julio de 1973 se radicaron primero en Anguinan, en el oeste provincial. Luego en Sañogasta; y en el segundo semestre de 1974 se establecieron en el campo la Buena Estrella, como se conoció el predio cercano a Vichigasta. Su entera dedicación al Movimiento Rural Diocesano y otras tareas pastorales lo llevaron a participar en reuniones del Decanato del Oeste. A fines de 1973, por su firme compromiso y permanente disponibilidad, quedó como responsable de hacer el informe de la reunión de la Coordinadora de Cooperativas del Movimiento Rural. Allí “Wessen” o “Wence” – diminutivos utilizados en forma indistinta por familiares, amigos y vecinos - fue designado para convocar reuniones de la Coordinadora, acordar fechas y enviar el temario a los participantes. Sus compañeros del Movimiento lo recuerdan como un hombre pacífico; y cuando se producían discusiones o enfrentamientos internos, prefería evitar todo conflicto, contribuyendo con su conducta a la armonía de la comunidad. Cuando las condiciones sociales y políticas se agravaron con la represión, Mons. Angelelli aconsejó a la comunidad rural finalizar con la experiencia en ese lugar. Carlos, Rafael y Gonzalo se radicaron en la capital riojana. Fueron detenidos miembros de otras cooperativas de Campanas y Guandacol. En forma acelerada la represión estatal se extendió a otros ámbitos de la actividad pastoral.
Wenceslao y su familia retornaron a Sañogasta, y se instaló en un predio cercano al pueblo, para iniciar un nuevo proyecto de cooperativa de trabajadores del campo. Tanto él como Coca eran catequistas en la Puntilla, a las afueras del pueblo, donde estaba la capilla y luego se habilitó la Casa de Retiros. Juntaban ropa para repartir entre los más necesitados. Participaban en las actividades religiosas de la comunidad y con otras familias se reunían en su casa para leer la Biblia. Igual, los domingos para escuchar por radio la misa que celebraba Mons. Angelelli en la catedral de La Rioja. 

LA MUERTE MARTIRIAL 

A pesar de las advertencias que evidenciaban la magnitud de la persecución, Wenceslao no aceptó el consejo de abandonar el lugar. Era mucho el compromiso asumido y el esfuerzo volcado en esa comunidad; pero tampoco era fácil reubicarse con toda su familia. En diálogo familiar, su esposa supo que una persona no identificada lo había amenazado de muerte. Cuando ella le propuso hacer abandono de la casa, Wenceslao minimizó la situación ya que por su baja exposición pública, pensaba que no había riesgos para él y su familia. Tironeado en esa lucha interior, sobrevino la noche fatal. En las primeras horas de la madrugada del domingo 25 de julio de 1976, según declaró su esposa Coca en 1984, “siento que golpean la puerta,... corro la cortina y veo tres tipos vestidos de cuero y que los tres en fila estaban apuntando con armas... Apenas sacó Wence el pasador de la puerta, comenzaron a disparar, no dieron tiempo a nada...” Bañado en sangre, quedó tendido en el piso, y mientras su esposa corrió en busca de vecinos que la ayudaran, a su hija mayor le dijo “que tenía que perdonar, que no guardara rencor, que no odiara. Que él los perdonaba”. Cargaron a Wenceslao en la camioneta de un vecino y lo llevaron al hospital de Chilecito. No resistió la tercera operación. Había perdido mucha sangre. Falleció a las tres de la tarde del mismo día. En la “Crónica” de los asesinatos de los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos Murias, que el obispo Angelelli envió al Nuncio Pio Laghi y otras autoridades eclesiásticas agregó como de “último momento” el asesinato de Wenceslao Pedernera, “dirigente laico de la Acción Católica Rural, se radicó en Sañogasta para trabajar en un proyecto de cooperativa alentado por la Diócesis... […]. Noto que aquellos datos ‘muy delicados y comprometedores’ que poseo de Chamical, tendrían relación con este suceso de Sañogasta”.

LA DEUDA JUDICIAL 

El esclarecimiento judicial del crimen sufrió vaivenes y dilaciones similares a otros delitos de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de estado. Recién en el 2016 la causa penal fue elevada a juicio cuando quedaba el ex general Luciano Benjamín Menéndez como único imputado, por fallecimiento del resto de militares de máxima jerarquía acusados. Dicho juicio quedó trunco al fallecer Menéndez a principios del año 2018. Otro de los imputados, el gendarme Eduardo Abelardo Britos, prófugo en Paraguay, aún no fue indagado, al no estar concedida la ampliación de la extradición solicitada al gobierno paraguayo por el Juzgado Federal de La Rioja. Cuando se otorgue la causa será elevada a juicio. Es la deuda pendiente de la justicia argentina.
 



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